lunes, 7 de octubre de 2019

LA BELLEZA DE LA ESPAÑA RURAL

Hace unas semanas comencé a pensar en realizar una serie de viajes para conocer en profundidad la provincia que me vio nacer y en la que me he criado, Palencia. Es una ironía hablar a los forasteros de las joyas que albergamos en nuestra casa y no conocer la mayoría de ellas, pero por circunstancias de la vida, que no suelen ser otras que la pereza y la falta de tiempo, en muchas ocasiones sucede esto. Por poner un ejemplo, siempre he estudiado San Martín de Fromista como el mayor exponente del románico a nivel mundial, y pese a estar a media hora en coche de mi ciudad, nunca me había desplazado hasta allí para admirar sus equilibradas proporciones, que tanta paz transmiten.
Este domingo, aprovechando un día de descanso, por fin decidí lanzarme a explorar, y visité Frómista, Población de Campos y Támara de Campos (este último alberga una iglesia espectacular, muy recomendable). Me encontraba en un alto de este último pueblo cuando me vino la inspiración para redactar las líneas en las que te encuentras, pero por desgracia no fue solo la belleza de lo que contemplaba la que me iluminó, sino que también empecé a pensar en las joyas que esperan cada día que viajeros solitarios se adentren en sus profundidades para asombrarse con los tesoros que con tanto mimo cuidan.


Iglesia de San Martín de Tours, Frómista


He tenido la suerte de viajar a diferentes países y conocer monumentos de fama mundial, todos maravillosos y espectaculares, pero me he dado cuenta de que a solo treinta kilómetros de casa existen obras de una belleza indescriptible y que apenas ven pasear por sus pasillos a una decena de turistas cada semana, con suerte. Esto es debido a la despoblación y abandono que sufren cientos de pequeños municipios a lo largo y ancho de toda España, principalmente en la Meseta, que ven como sus vecinos hacen la maleta en busca de oportunidades en las grandes urbes. 


Iglesia de San Hipólito el Real, Támara de Campos



El turismo arquitectónico y gastronómico es el único clavo ardiendo al que pueden agarrarse las corporaciones de estos pequeños pueblos para crear empleo, el único torniquete que puede parar la sangría de población activa que mana de sus entrañas. Seguro que muchos de vosotros tenéis pueblo, y véis cómo al final del verano la plaza en la que los niños juegan al fútbol y los mayores a las cartas se convierte de nuevo en el triste solar abandonado que es durante el resto del año.


Órgano de la Iglesia de san Hipólito el Real, Támara de Campos


Desde aquí me gustaría animaros a que investiguéis y os atreváis a visitar los pequeños pueblos de vuestras provincias, porque es una forma de crear empleo en el mundo rural, algo muy necesario en estos días que corren, y de paso con ello daréis una alegría a los pocos valientes que aún afrontan los duros inviernos castellanos en sus hogares del pueblo, pues ver caras nuevas de "forasteros" siempre es un aliciente para seguir diciendo frases como: "Mi pueblo es el mejor" o "La iglesia de mi pueblo es más bonita que ninguna que haya visto jamás". Lo más excitante de todo ello es que tienen razón, porque para cada uno de nosotros, nuestros pueblos albergan recuerdos imborrables que hacen que retornar al pueblo sea un descanso inigualable, y que en los reencuentros con nuestros vecinos estivales parezca que el tiempo nunca ha pasado. Promocionad y visitad el mundo rural, hoy más que nunca, para que las reliquias que allí nos esperan a todos no pasen a formar parte de un lejano pasado, porque así conseguiremos evitar que al acercarnos a uno de estos parajes no haya nadie que pueda abrirnos las puertas de sus iglesias, museos y castillos.

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