Hoy en día, entrar a las redes sociales es el comportamiento
millenial más parecido a leer el
periódico. Es así. El papel se nos hace raro. Preferimos conocer la opinión de
anónimos con regimientos de seguidores, a saber lo que puede decir sobre una
materia un experto en ella. La empatía, ya sabéis…
Uno de los temas de actualidad en los últimos días, ha sido
el paso por los Juzgados de varios raperos, de cuyo nombre no quiero acordarme.
Por supuesto, estos personajes tienen una cuenta activa en redes sociales. Y
como no podía ser de otra manera, el 99% de sus seguidores son legos en Derecho
(que no tiene ni puta idea, hablando en plata). Se da la combinación perfecta
para que salte la chispa de la crispación social: no soy un experto en
Matemáticas, pero si sumas ignorancia y capacidad de manipulación, el resultado
más habitual son marabuntas de tuiteros enfurecidos. Esta fórmula no la vieron
venir ni Hawkins, ni Einstein, ni Tesla.
El caso es que a muchos seguidores de estos artistas (porque
lo son, una cosa no quita para la otra) les da por poner barbaridades en las
redes sociales: “Mi artista favorito va a
la cárcel por criticar a los Borbones” es el prototipo de consigna con el
que más veces me he topado en las últimas horas. Es por ello por lo que quiero
explicar que no, que nadie va a prisión por criticar a la Casa Real, ni al
Gobierno ni al más rastrero de los políticos habidos y por haber. No, señores,
se les juzga por “desear que una bomba
nuclear caiga encima de ciertas personas”, “querer la muerte de esos cerdos” (aunque os parezca mentira, no se
refiere a los de la granja que visitó Jordi Évole), “querer encontrarse con los Borbones en palacio con un kalashnikov”,
“arrancar arterias y lo que haga falta”,
y nuevamente “desear la muerte de esos
cerdos” (vaya lobby más devaluado). El que no me crea, puede buscar en
Google las acusaciones, que no solo sirve para leer el Marca.
El argumento en el que se escudan los músicos que soltaron
estas joyitas es la libertad de expresión, derecho reconocido en el artículo 20
de nuestra Constitución. Eso está genial, pero no vale pasarse por alto que tus
derechos acaban donde empiezan los de la persona que tienes al lado, o en este
caso de la persona a la que estás deseando la muerte.
He tenido la fortuna de criarme bajo todo tipo de influencias
musicales, y aún hoy sigo escuchando distintos estilos. Muchas de las canciones
con las que disfruto tienen un marcado sentido de crítica social, pero siempre
hecha desde un mínimo respeto hacia lo que se critica. Nadie debe callarse sus
opiniones, qué duda cabe, pero no se pueden perder unos valores esenciales. La
música, como arte que es, tiene que servir para canalizar y expresar lo que la
sociedad piensa. Las personas tienen preferencias musicales en base al mensaje
que transmite la canción (pasando por alto la música que se escucha en las
discotecas), pero siempre tiene que haber una barrera que no se puede
traspasar.
Espero que este texto haga reflexionar a todo el que lo lea.
Se puede estar más o menos de acuerdo con lo aquí expresado, pero me gustaría
que tuviera trascendencia el mensaje esencial que he intentado transmitir: hay
que luchar por lo que consideramos justo, y esto se puede hacer sin faltar el
respeto a quien no comparte tus ideales, porque NO TODO VALE.