miércoles, 23 de noviembre de 2016

FALTA DE HUMANIDAD

Humanidad. Dícese de la sensibilidad o compasión de las desgracias de otras personas. A priori, esta característica es inherente a cualquier ser humano por naturaleza. Quien más, quien menos, alguna vez se ha apiadado de alguien que está sufriendo, e incluso ha ido más allá y ha participado en actos de ayuda al prójimo. Esta escena es fácil de imaginar, a todos se nos viene a la mente la imagen de alguien tirado en el suelo tras un tropiezo, y en primer plano, nuestra mano extendida hacia él o ella, ayudando a que se levante.

Por desgracia, estamos asistiendo a un progresivo deterioro de lo idílico. O quizás más bien a una pérdida de valores. Yo mismo no me la jugaría por una u otra opción. Lo que tengo claro es que cada vez más, tendemos a rematar al que yace en el suelo, a hacer leña del árbol caído. Estamos ansiosos por llegar a la cúspide de esa pirámide que es la sociedad, y no tenemos reparo en tirar del que está encima nuestro para que caiga, ni de propinar una patada al que nos pisa los talones para que se precipite al vacío. Asistimos, señoras y señores, al encumbramiento del yo, del ego. Por mucho que se promueva el trabajo en equipo, ese que se presenta como la solución a todos los problemas en distintos ámbitos (sobre todo el laboral), a la hora de destacar, queremos que las miradas se posen solo sobre nosotros, deseamos ser el centro de atención.

Este fallo no es solo culpa nuestra, sino del exceso de competitividad que se nos impone desde la infancia. Un servidor es el primero el entonar el mea culpa, soy el primero al que le puede el ansia por ser el mejor. Pero analizando este hecho en profundidad, me di cuenta de una cosa. Os propongo una metáfora de mi propia cosecha: para alcanzar nuestras metas más codiciadas, hemos de atravesar caminos difíciles, con montañas y bosques de por medio, con sus respectivos peligros. Yendo solos, podemos llegar lejos, por supuesto, pero a la hora de dormir rodeado de animales salvajes y todo tipo de amenazas, ¿No se siente uno más seguro teniendo un grupo que te cubre las espaldas y que hace guardia para proteger al resto? A mí no me cabe ninguna duda de que sí, y es por eso por lo que los mejores, en grupo, son excelentes, y para formar un grupo hace falta, como mencionaba al principio, una gran dosis de humanidad.

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