Hoy en día asistimos a una época en la que los valores humanos están totalmente desvirtuados, en la sociedad antepone los intereses colectivos a los problemas individuales de cada persona. La globalización ha traído consigo innumerables beneficios, pero esto ha conllevado un enorme coste. Si bien es cierto que los gobiernos de las distintas potencias mundiales luchan por salvar al mundo de las crisis económicas que nos azotan, su punto de vista no se centra en la persona de a pie que lucha cada día por salir adelante, prima el interés de los bancos y las grandes multinacionales. Bajo una máscara de bondad, se esconde un aliciente puramente económico, la falsa modestia cubre con un velo las disposiciones reales de los que tienen la capacidad de cambiar el rumbo.
Miles de personas en nuestro país sufren las consecuencias de los constantes y disparatados desequilibrios económicos, los autónomos se ven obligados a cerrar sus pequeños negocios locales debido a la imposibilidad de competir con las grandes cadenas, aquellas que se jactan de tributar en España y que realmente llevan a cabo su producción en países tercermundistas, donde su población se ve forzada a trabajar (yo diría más bien prostituirse) a cambio de salarios ínfimos que apenas sí les permiten sobrevivir día a día.
En cambio, el motivo por el que escribo hoy es precisamente por un gesto que vi esta tarde al pasar frente a un supermercado, precisamente uno de los que se encuentra envuelto en escándalos acerca la procedencia real de sus productos, presuntamente nacionales. Un empleado que atendía una de las cajas guardaba los productos adquiridos por el cliente (en este caso clienta) en una bolsa, hecho que me llamó la atención, porque las colas eran enormes y me extrañó la calma con la que el hombre ayudaba a la mujer. Fue entonces cuando me fijé que ella iba en silla de ruedas, hecho que imposibilitaba que pudiera recoger la compra en las bolsas. Puede parecer un gesto sencillo, pero otro en su lugar se habría dedicado a atender al resto de clientes que aguardaban impacientes en la cola, presionados por sus ajetreados horarios.
Este gesto me ha hecho pensar que si todos los españoles somos capaces de demostrar, de una manera o de otra, a través de cualquier pequeño gesto, que podemos estar ahí cuando el compatriota nos necesita, este país puede salir adelante y superar cualquier bache que se nos presente, independientemente de los avaros movimientos de "nuestros superiores".
Finalmente, me gustaría acabar el post de hoy con una cita de Otto von Bismarck, político y militar alemán, considerado el fundador del Estado moderno. La cita decía lo siguiente acerca de nuestro país: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido". Que cada uno saque sus propias conclusiones, ¡nos vemos la semana que viene!
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