Hace poco más de dos años empecé a escribir de manera regular en este blog, con el objetivo de expresar mi opinión acerca de diversos temas de actualidad (política, deporte, cultura,...) pero siempre he tenido algo pendiente: escribir acerca de mi ciudad, Palencia, donde he nacido y me he criado.
Me hace gracia, relativamente, ver como la gente que nunca ha pisado sus calles, o que lo ha hecho de pasada, se refiere a ella como una ciudad olvidada, como si fuese poco más que un pueblo. Quizás, como la mayoría de españoles, desconozcan que aquí se encuentra el Cristo del Otero, la obra cumbre de Victorio Macho, y uno de los más grandes del mundo. Quizás tampoco hayan podido contemplar la Bella Desconocida, nuestra catedral, que da nombre a este artículo, y por extensión a toda la urbe palentina.
Es importante destacar también que la universidad palentina fue, y sigue siendo, la primera de España (1812). Por ella pasaron figuras ilustres como Santo Domingo de Guzmán, pero este dato, por desgracia, también ha quedado olvidado en los libros de Historia.
Volviendo al presente, contamos, y muy orgullosos de ello, con la Semana Santa palentina, declarada de Interés Turístico Internacional. En ella se puede apreciar el fervor y respeto de nuestras gentes al paso de imágenes religiosas de reconocido valor artístico. Todo un lujo digno de ver.
A nivel de infraestructuras e industria, Palencia destaca por ser un importante nudo ferroviario y por ser, junto con Valladolid, sede de la factoría Renault, una de las más importantes de España, lo cual la convierte en un importante motor económico de la región, junto con las galleteras Gullón y Siro.
En el plano deportivo, históricamente hemos contado con figuras de la talla de Mariano Haro o Marta Domínguez, aunque hoy en día nuestro deportista de referencia defiende la meta del "Submarino Amarillo": Sergio Asenjo.
Pero dejando todo esto aparte, nuestra ciudad tiene un tesoro que no es material, sino emotivo. El calor y amabilidad de las gentes palentinas no es acorde con el frío clima que sufrimos durante el duro y largo invierno. Al contrario, la hospitalidad y el carisma es el carácter predominante entre sus habitantes, y eso es algo que no se puede valorar a nivel económico, ya que solo se puede sentir en el día a día, en el trato personal.
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