Me es imposible conciliar el sueño viendo lo que está pasando a pocos cientos de kilómetros de mi hogar. Se me caen las lágrimas contemplando cómo un ser humano es capaz de prender fuego a su propia tierra. ¿Dónde han quedado sus sentimientos? ¿No es capaz de sentir el más mínimo remordimiento al ver cómo miles de personas se echan a las calles para jugarse la vida entre las llamas?
No sé qué intereses se esconderán tras esta barbarie, ni sé si quiero saber qué clase de "personas", por llamarlos de alguna manera, pueden sacar rédito de jugar con la vida de personas, animales y bosques. Este mismo verano he podido comprobar con mis propios ojos que el fuego, por donde pasa, deja una marca, una marca que es muy difícil de borrar, y que no solo deja rastro en forma de llamas y cenizas, sino también en forma de dolor en el corazón y lágrimas en nuestras retinas.
Al pueblo gallego le pido que sea fuerte, porque lo es, y que sepa sobreponerse a este duro e innecesario revés. Solo nos queda esperar a que la Justicia haga su trabajo y castigue a los culpables, porque la vida se abrirá paso en los lugares más inesperados y en las circunstancias más insospechadas. ¡FUERZA GALICIA!
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