Hoy por primera vez desde que comencé con este blog voy a escribir inspirándome en la petición de un amigo, en relación con un trabajo que tiene que realizar para la universidad. La verdad es que está relacionado con dos materias que me apasionan, por lo que he accedido sin problema a ello, puesto que tarde o temprano iba a acabar hablando sobre ello (es más, en numerosas ocasiones lo he hecho en mis redes sociales). Yendo directamente al grano, os presento el asunto en cuestión, que no es otro que la relación que existe entre el deporte y la política.
A priori muchos podríais llegar a pensar que son dos temas completamente opuestos, pero como sucede habitualmente en los últimos tiempos, la realidad social nos ofrece claros ejemplos que demuestran lo contrario. En innumerables ocasiones se aprovecha el gran escaparate que suponen los grandes eventos deportivos, televisados a nivel mundial, para lanzar soflamas de toda índole, por lo que se hace inevitable que en determinados casos estos alegatos tengan cierto carácter político. A todas luces, se trata de una cuestión altamente polarizada, por lo que lo más conveniente es analizar pormenorizadamente los pros y contras que plantea este vínculo entre dos vertientes tan diferenciadas.
Por un lado, es habitual ver cómo clubes y federaciones deportivas, o incluso deportistas a título individual, se convierten en la bandera de causas justas, como pueden ser la defensa de la mujer, la lucha contra el racismo, recaudaciones solidarias para paliar los efectos de graves catástrofes naturales... Nadie duda de que estas actuaciones son manifiestamente positivas, aunque siempre haya quien se oponga alegando que todo se hace por tratar de limpiar la imagen pública del club o deportista, o incluso para desviar la atención de otros problemas a los que se enfrentan como institución o ser humano.
El mayor problema emerge cuando se aprovecha el tirón mundial que supone el apoyo de un gran club o federación para escudar acciones que a priori no gozan del favor de la opinión pública, bien por no convencer a la mayoría de fans, o directamente por atentar abiertamente contra derechos fundamentales, organizaciones, o incluso estados. En mi humilde opinión un club, a pesar de ser una entidad privada, no puede decantarse abiertamente por apoyar causas que pueden causar un enfrentamiento abierto entre sus más acérrimos seguidores, dado que su actividad principal es la deportiva, y no la política. A todos nos vienen a la mente clubes o federaciones que utilizan su enorme influencia para lanzar mensajes que atacan directamente a la libertad de la sociedad, y esto es un grave error que no se puede permitir. El deporte debe ser lo más transparente posible, y los tintes políticos deben permanecer en una esfera alejada de lo que esto supone, pues lo único que se logra es eclipsar los valores que se intentan promover, que no son otros que la cultura del esfuerzo y del entreno diario con el fin de lograr grandes metas, lo cual puede trasladarse a todos los ambientes que se puedan imaginar en la vida diaria.
Imagen: El País
Cada deportista, a título individual, tiene que poder expresarse con libertad acerca de sus inquietudes individuales, pues no dejan de ser personas con los mismos derechos y obligaciones que los ciudadanos de a pie, con todo lo que ello conlleva. Es por ello por lo que deben sentirse libres para opinar sin temor a ningún tipo de censura, más allá de la crítica de los "periodistas" de bandera que campan a sus anchas por los platós de televisión.
Me gustaría hacer incidencia en la diferencia que supone lo que representa un club o federación y lo que representa un deportista como persona. Es muy sencillo expresar si estás de acuerdo o no con una persona, y retirarle tu apoyo si así lo deseas en función de lo que escuchas y de cómo lo asimilas a título personal, pero las instituciones representan algo más, y su alcance es mucho mayor, porque como hemos visto, pueden ser financiados por movimientos políticos, y con las ingentes cantidades de dinero que se mueven hoy en día en el deporte, la repercusión que pueden llegar a tener sus actos y declaraciones pueden afectar a los sentimientos de muchos aficionados, al ver como el equipo de su corazón se dedica a promocionar campañas políticas con la cuota de socio que tanto le cuesta pagar cada año.
Lluvia de peluches en un partido de fútbol de la Eredivisie. Imagen: Diario Olé
Para concluir este artículo, como siempre, quiero recalcar que solo se trata de mi opinión personal, y que como aficionado al deporte, me encanta ver cómo éste se aprovecha para impulsar iniciativas que de otro modo no tendrían tanto apoyo social y mediático, como ha sucedido recientemente con las inundaciones en la Región de Murcia (el FC Barcelona accedió a jugar un partido en Cartagena para recaudar fondos para los afectados), como sucede cada año con la afición del Feyenoord holandés (cada año invitan a niños enfermos a ver partidos de fútbol a su propio estadio, y la afición rival les lanza peluches como muestra de cariño), o como ha sucedido este fin de semana en la Liga Holandesa (se ha guardado un minuto de silencio al principio de los partidos de la jornada como protesta contra el racismo que aún se sufre en algunos campos). Por ello, me parece necesario quedarnos con la parte buena del deporte, la que nos hace emocionarnos con los triunfos de los deportistas que admiramos, al margen de cuáles sean las ideologías que habitan en sus mentes.
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