Una vez que se han cumplido dos semanas de confinamiento, he creído oportuno ponerme delante de la pantalla para analizar cómo ha transcurrido el tiempo durante estos últimos días. Se trata de una situación que es nueva para todos... o para casi todos: en el año 2010 se decretó por primera vez desde que entró en vigor la actual Constitución (1978) el estado de alarma, debido a la huelga de controladores que paralizó el tráfico aéreo en nuestro país. Aquella situación fue muy diferente a la actual, puesto que la intervención del Gobierno movilizando al Ejército hizo posible una rápida resolución del conflicto. La coyuntura actual es completamente diferente: nos enfrentamos a un enemigo que ha puesto en jaque a todo un planeta, algo que parecía solo al alcance de guerras mundiales o enfrentamientos bélicos similares. Y lo más chocante es que lo ha conseguido siendo invisible a nuestros ojos, y es precisamente ahí donde radica su mayor peligro. El ser humano tiende a despreciar lo que no puede asustarle cara a cara, y como hemos podido comprobar, los Ejecutivos de numerosos países (por no decir casi todos) no han tomado cartas en el asunto hasta que el famoso bicho ha comenzado a colapsar hospitales y morgues por doquier.
Tareas de desinfección por parte de los vecinos en Villerías de Campos (Palencia)
El aislamiento social es la medida más efectiva en la dura pugna que se está desarrollando contra la pandemia, pues de esta manera se neutraliza el arma principal con el que cuenta nuestro contendiente, que no es otro que el contagio masivo a través del contacto cercano entre personas. En los países latinos la situación es especialmente peligrosa, pues tendemos a pelearnos por las sillas de las terrazas en cuanto vemos asomar el más mínimo rayo de sol (la cultura mediterránea es en estos casos un arma de doble filo, para nuestra propia desgracia). Para muchos culos inquietos, el hecho de permanecer encerrados en casa durante quince días consecutivos (o treinta, o cuarenta y cinco, o quién sabe cuántos) es una tortura sin parangón, comparable incluso con la vida en prisión, como manifiestan ciertos ignorantes en sus redes sociales. Analizándolo fríamente, lo mejor visto lo visto es hacer de las cuatro paredes que nos rodean un ambiente propicio para el trabajo, el ocio y la convivencia.
Marta Moras/ El Norte de Castilla (Palencia)
Cuando todo esto comenzó, todos pensamos en ponernos manos a la obra con aquellas chapuzas pendientes que teníamos en nuestros hogares, en pasar jugando a la Play las horas que no le podemos echar durante el curso, en acabar aquel libro que llevabas ojeando medio año... Lo cierto es que la cuarentena, en mi caso, me ha servido para ponerme al día con muchos proyectos que tenía pendientes, incluso para embarcarme en otros nuevos. En colaboración con los vecinos, hemos conseguido organizar un bingo diario, lo cuál es sumamente gratificante, porque durante media hora al día conseguimos que jóvenes y mayores olviden sus penas y solo piensen en divertirse, algo que es impagable hoy en día. Durante el fin de semana incluso organizamos un vermut torero (cada uno desde su balcón, por supuesto), en el que disfrutamos durante un rato de música y brindis al sol. Sin ir más lejos, ayer mismo un entrañable anciano se animó a recitarnos un emotivo discurso en honor a sanitarios, Policía y demás trabajadores que siguen dando el callo y que se juegan su salud, en incluso su vida, para que a nosotros no nos falte de nada, ni comida ni atención médica.
Cadena SER/Agencia ICAL
En las jornadas en las que ver la televisión es un infierno en el que solo se suceden las malas noticias, yo personalmente he encontrado un oasis de tranquilidad entre mis vecinos, a los que últimamente estoy conociendo con más detenimiento (o conociéndoles directamente, en algunos casos). Es reconfortante ver asomadas al balcón a personas tan diferentes que consiguen hacer frente a un enemigo común, un enemigo que pretende arrebatarnos nuestra cultura de calle y la sabiduría que albergan las mentes de nuestros mayores. Es imponente también ver cómo miles de personas siguen trabajando día a día sin descanso, levantando barreras que impiden que el adversario se cuele en nuestras casas. Por ello, desde aquí solo me queda nuevamente dar las gracias a todos los profesionales que se emplean a fondo en salvar vidas, en desinfectar nuestras calles, en proveernos de comida y demás servicios... También, por último, quiero dar las gracias a la gente que desde sus balcones pone música, organiza bingos, juega a hundir la flota con el vecino de enfrente, comparte sesiones deportivas... Vosotros también sois héroes a pequeña escala, y cuando todo esto pase y echemos la vista atrás, sin duda recordaremos que todos estuvisteis a la altura cuando realmente había que estarlo.
Hospital Río Carrión (Palencia)
Hospital Río Carrión (Palencia)
#YOMEQUEDOENCASA
PD: no quiero tampoco olvidarme de mandar ánimos a la gente de los demás países que también están sufriendo el azote de esta crisis, especialmente de países hermanos como Italia, Portugal y toda Latinoámerica.