Después de casi tres años escribiendo únicamente en privado, los acontecimientos más recientes que estamos experimentando en la política y en la sociedad española me han hecho desenfundar el plumero virtual y quitar el polvo a este blog, al que tanto cariño le guardo, y que tantos momentos de paz y deshago me ha proporcionado.
El escenario político español se antojaba cuanto menos complejo a la vista de los resultados de las pasadas elecciones, ya de por sí condicionadas de antemano por las fechas en las que se celebraron y las innumerables polémicas que el Ejecutivo acumulaba en su haber. La realidad ha sobrepasado con creces las expectativas, alumbrando una suerte de Juego de Tronos a la española que ha quebrado por completo el mapa político nacional y ha provocado que hasta el más fiel a las siglas de turno se cuestione todos y cada uno de sus principios.
Fotografía: La Gaceta
Vivimos en una época ciertamente única en lo que a la hemeroteca se refiere, ya que ya no solo se cuenta con ajados recortes de papel de periódico para contrarrestar los vaivenes ideológicos de los políticos de turno, sino que periodistas e inteligencias artificiales trabajan conjuntamente (qué paradoja) para buscar en la esquina más remota del baúl de los recuerdos una declaración, chascarrillo o comentario que contraponer al más reciente de los discursos. Y me parece perfecto.
En las últimas semanas se suceden los comentarios relativos a la convulsa situación política en los grupos de WhatsApp y en los corros en torno a la cerveza, que como todos sabemos, son fuente inagotable de sabiduría y cuñadismo a partes iguales, sean quienes sean los miembros que compongan a ambos. Me siento afortunado por convivir en ellos con gente de toda clase de procedencia geográfica, social, ideológica y cultural, porque qué triste y aburrida sería la vida de aquel que únicamente cree en sus convicciones sin plantearse siquiera el error o el aprendizaje proveniente del ajeno. Hay que ser necio. Y de necios vivimos rodeados, por desgracia.
No voy a ocultar que, como palentino de origen que soy, me he sentido más ciudadano de segunda que nunca desde que comenzó siquiera a plantearse la posibilidad de sacar adelante una amnistía a los condenados por el procès y demás fauna, sin entrar a hacer valoraciones como jurista que soy (eso es caso aparte). No llego a comprender cómo en esta pseudodemocracia en la que vivimos alguien puede no llevarse las manos a la cabeza y estremecerse al ver cómo el Gobierno de turno prostituye la ya de por si limitada utilidad del parecer popular para plegarse a los mandatos de quienes hace no tanto quemaron las calles y sembraron el caos con la excusa de la independencia por bandera.
Llegado a este punto de incomprensión, he de decir que me alegra ver las calles tomadas pacíficamente por quienes han optado por decir "basta", pero nuevamente me veo descolocado en el día de hoy por las actitudes de los orangutanes extremistas que únicamente acuden a estos actos con el deseo de ver el mundo arder, más allá de ideologías y de emblemas. Pese a la oposición de jóvenes y mayores que allí acudieron únicamente con el deseo de expresar su oposición a una medida política, la irrupción de grupúsculos violentos opaca actos que a priori ellos deberían apoyar en base a comuniones ideológicas, desencadenado el caos y enfrentamientos con la Policía, lo cual beneficia precisamente a sus adversarios políticos, que ven en ellos su particular "casus belli" para seguir adelante con sus reivindicaciones.
Me da mucha lástima ver actitudes guerracivilistas en nuestro país a las puertas del año 2024. Me parece lamentable que se entonen cantos como "puto rojo el que no bote" a día de hoy en España, donde hace menos de cien años cientos de amigos y hermanos se vieron obligados a enfrentarse arma en mano por los deseos e ignorancias de las élites partidistas e ideológicas que por entonces se impusieron en nuestra tierra. El que no piensa como tú, en el noventa por ciento de los casos, no es un puto rojo o un puto facha, simplemente tiene una ideología diferente, y no hay nada malo en ello. Al contrario, de las conversaciones entre los dispares surge la evolución y el entendimiento, y es algo que pareció quedar claro en nuestro país en la década de los 70, pero que ahora nos empeñamos en enterrar de nuevo.
Los Pactos de la Moncloa. Fuente: EFE
Me reconforta en cierta medida haber escuchado en estos días discursos de gente abierta ideológica e intelectualmente, que reconoce que las derivas de este Gobierno han traicionado de lleno lo prometido en campaña. Es numerosa la gente que, pese a su ideario político tradicional, reconoce sentirse herida en el orgullo que como votante tiene, y que castigaría en las urnas a quien apenas hace unos meses recibió su apoyo en forma de papeleta.
Pase lo que pase, debemos evolucionar como sociedad, mostrarnos intelectualmente superiores a quienes hace no tanto solo supieron acudir a la sangre, al fuego y a la destrucción para enfrentar e imponer sus ideas. Debemos demostrar empatía con el diferente, que no contrario. En una sociedad occidental asentada en el respeto a las conquistas sociales del siglo XXI todas las ideologías no extremistas son compatibles. Honremos el dolor que padecieron quienes nos legaron esta tierra y avancemos juntos, porque de lo contrario, el sufrimiento que padecieron y el hambre que pasaron no habrá servido de nada, y ello supondría deshonrar sus memorias y los logros que tanto lucharon por conseguir. Ojalá la próxima vez que me leáis en estas líneas, y espero que sea pronto, lo estéis haciendo por un motivo mucho más amable.